Trinity Under Scrutiny

This is a blog dealing with theology, christology, religion, maybe even politics from time to time. As a matter of fact, I will stretch the scope of this blog to the point of discussing any piece of fiction I deem worthy of analyzing for its insights on ethical/moral issues. It is meant to be a forum for discussing God from the perspective of a 21st century layman.

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Location: Monterrey, Nuevo León, Mexico

X-Gen child, aspiring aesthete, yet interested in the moral and ethical decadence of modern man and his lifelong yearning for a relationship with the meaningful Other

Saturday, March 10, 2007

Comentarios sobre la lectura del domingo 11/marzo/2007

Lucas 13, 1-9



De jesuitas.org de Colombia, no sé que ideología tienen



El evangelio de hoy tiene dos partes, claramente diferenciadas: la primera sección nos transmite los comentarios de Jesús a propósito de dos acontecimientos dolorosos: la muerte violenta de unos galileos y el derrumbamiento de la torre de Siloé que aplastó a dieciocho hombres; la segunda sección narra la parábola de la higuera estéril. Reflexionemos sobre cada uno de estos elementos.



ü Las acciones y las palabras de Jesús producían reacciones encontradas. En un segmento de la población, particularmente entre los pobres, Jesús suscitaba entusiasmo. Pero los líderes religiosos lo miraban con profunda sospecha, pues se sentían duramente criticados. Jesús se había convertido en un personaje incómodo.



ü Hay que tener en cuenta este clima de confrontación para comprender las primeras líneas del evangelio de hoy:



o Algunas personas se acercaron a Jesús y le contaron que Pilatos había hecho matar a unos galileos mientras ofrecían un sacrificio. ¿Qué sentido tiene esta información? Ciertamente contiene una advertencia y una amenaza. Indirectamente le están diciendo a Jesús que correrá la misma suerte si sigue denunciando a los líderes religiosos de Israel.



o En su respuesta, Jesús hace referencia a las dieciocho personas que murieron al derrumbarse la torre de Siloé.



o Entre los judíos era frecuente interpretar las enfermedades, los desastres naturales y los accidentes como castigos de Dios por pecados ocultos o públicos.



o Jesús aprovecha la oportunidad que le dan para explicar que estos acontecimientos dolorosos no son el resultado de un castigo de Dios sino que deben ser interpretados como una invitación a la conversión. Todos tenemos que cambiar.



ü Pasemos ahora a la segunda sección del evangelio de este domingo, que contiene la parábola de la higuera estéril:



o En la Biblia, la higuera representa al pueblo de Israel. El mensaje era muy claro: a pesar de los infinitos cuidados que Dios tuvo con su pueblo elegido, éste no respondió, es decir, no dio los frutos esperados.



o Sus numerosos preceptos y los complicados ritos se asemejaban al abundante follaje: muchas hojas, mucha apariencia, pero cero resultados.



o La imagen de la higuera puede ser aplicada a los cristianos de hoy, considerados individualmente y como comunidades. Si no damos frutos de honradez, de fidelidad, de justicia, de testimonio del evangelio, estamos ocupando inútilmente un espacio en la Iglesia y en la sociedad.



o El dueño del terreno donde está plantada la higuera, que no es otro que el Dios de la vida, piensa cortarla pues su existencia no se justifica.



o Sin embargo, el viñador, que es el mismo Jesús, pide una nueva oportunidad para la higuera y afirma que le prestará una atención especial.



o Es la paciencia amorosa de Jesús, nuestro Salvador.



De un sitio de autor desconocido, pero altamente fundamentalista




Así como San Pablo cataloga de “advertencias” las cosas que sucedieron en el desierto, el Señor nos trae otras “advertencias” en el Evangelio de hoy (Lc. 13, 1-9). Y ¿qué son esas “advertencias”? Son llamados de Dios a la conversión.



La verdad es que Dios puede llamarnos a la conversión de muchas maneras. Una de ellas es en forma de contrariedades que se nos pueden presentar en nuestro camino o de obstáculos que podemos encontrar o de desgracias que pueden ocurrirnos.



Sin embargo, tenemos la tendencia a catalogar este tipo de inconvenientes como castigos de Dios. Pero no es así. Los que llamamos “castigos”, vistos desde la perspectiva de Dios, pueden más bien ser “regalos”. O “gracias”, como suelen llamarse en el lenguaje teológico, los regalos de Dios.



Jesús mismo nos aclaró esto al menos en dos oportunidades. Una de ellas nos la presenta el Evangelio. Y veamos la reacción del Señor al ser informado acerca de una masacre “cuando Pilato había dado muerte en el Templo a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios”.



Ante la información que le traen, Jesús no toma una posición de defensa nacionalista ante el poderío romano, sino más bien da una enseñanza que va más allá de las consideraciones humanas y políticas. Y aprovecha la ocasión para mostrar que ese sufrimiento no tiene nada que ver con la condición de los fallecidos.



Y más importante aún: para hacer un dramático llamado al arrepentimiento, advirtiendo del riesgo que corremos si no nos convertimos.



¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que los demás galileos?, les pregunta. Y El mismo contesta: “Ciertamente que no”.



Como para continuar el tema de la culpabilidad y el castigo, Jesús trae otro ejemplo similar a la discusión. “Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no”.



Recordemos también que cuando curó al ciego de nacimiento (Jn. 9, 2), los testigos del milagro querían saber la causa de la enfermedad y le preguntaron a Jesús si el ciego era ciego por culpa suya o por culpa de sus padres. Y la respuesta del Señor fue muy clara: “No es por haber pecado él o sus padres, sino para que se manifieste en él la obra de Dios”.



Estas tres situaciones son parecidas a tragedias que sufren los seres humanos en nuestros días: persecuciones, accidentes, enfermedades ... Y ¿por qué suceden estas cosas? Lo contesta el mismo Jesús: lo importante no es el por qué, sino el “para qué”: “para que se manifieste la obra de Dios”.



¿Y cuál es la obra de Dios? Nuestra salvación, nuestra santificación. Y es importante tener en cuenta que Dios trata de salvarnos a toda costa.



A veces lo hace con un milagro, como en el caso del ciego de nacimiento, porque las sanaciones, sin bien van dirigidas al cuerpo, tienen como objetivo principal la sanación del alma del enfermo, así como la conversión de los allegados y de los testigos del milagro.



A veces Dios hace su llamado a la santificación a través de serias advertencias, como el caso de los asesinados en el Templo y los aplastados por la torre.



Las palabras de Jesús que cierran el comentario sobre estos dos hechos muestran cómo lo que podemos considerar castigos de Dios son más bien llamadas suyas para que cambiemos de vida: son “advertencias”.



Así les dijo a los presentes: “Si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”. No se refiere Jesús, por supuesto, a la muerte física, sino a la muerte espiritual, que podría llevarnos a la condenación.



Todo, menos el pecado, nos viene de Dios. Las cosas buenas que nos suceden nos vienen de Dios. Y las cosas que consideramos “malas” también nos vienen de Dios, y realmente no son “malas”, sino “buenas”, pues todo Dios lo dirige hacia nuestro máximo bien que es nuestra salvación eterna.



Pero, mientras no seamos capaces de tomar las situaciones de persecuciones, de accidentes o de enfermedades como advertencias para cambiar de vida, para convertirnos, para arrepentirnos de nuestras faltas y pecados, estamos desperdiciando estas llamadas que Dios nos está haciendo para nuestra salvación.



Dios nos habla claro: “Si mi pueblo se humilla, rezando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, Yo, entonces, los oiré desde los Cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7, 14).



Termina el Evangelio con la parábola de la higuera estéril. La esterilidad de la higuera se refiere a la esterilidad de nuestra vida cuando no damos frutos espirituales.



Dios nos planta (nos crea), nos cuida (nos da todas las gracias que necesitamos). ¿Y nosotros? ¿Damos fruto? ¿O nos parecemos más bien a

esas plantas muy frondosas llenas de hojas, pero sin ningún fruto en sus ramas, sólo hojas, hojas provenientes de nuestro egoísmo, hipocresía, falta de rectitud de intención, vanidad, auto-suficiencia, autonomía, racionalismo, orgullo, etc., etc.?



Dios espera frutos de santidad en nosotros mismos ... y frutos de santidad en los demás, por el servicio que espera de nosotros para la extensión de su Reino. Pero ¿qué hacemos? Nos creemos dueños de nosotros mismos.



No comprendemos que el árbol es del Señor. No comprendemos que estamos “ocupando la tierra inútilmente”.



No comprendemos que Dios quiere que su árbol, plantado y cuidado por El, dé frutos y los dé en abundancia. Pero ¡qué desperdicio! Ocupamos espacio inútilmente, sin dar el fruto esperado. Y el Dueño de la plantación después de tanto esperar, desea cortar la higuera estéril.



Pero siempre, como bien lo indica la parábola, Dios nos da otra oportunidad. Interviene de inmediato la Misericordia Divina, infinita como todas sus cualidades, para darnos más gracias aún. A pesar de nuestra esterilidad, nos dice el Evangelio que, antes de cortarla, espera un año más,“afloja la tierra alrededor y le echa abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”.



Del sitio Betania.es, que es bastante centrado




¡CASTIGO DE DIOS!

Por José María Maruri, SJ


1.
- Cuando hace años empezó a airearse en los medios de comunicación la
amenaza de la enfermedad del SIDA, se alzaron dedos amenazadores
lanzando la ira de un supuesto Dios contra grupos concretos de hombres
gritando: ¡Castigo de Dios!


Cuando
en 1912, en su primer crucero trasatlántico, se hundía el barco inglés,
Titanic, arrastrando al fondo del mar a 1.275 pasajeros también hubo
dedos amenazadores con el ¡Castigo de Dios!


Desde
Sodoma y Gomorra, los hombres no hemos podido vencer la tentación de
buscar un culpable cuya foto clavamos en la tabla de anuncios de
cualquier sheriff como en las películas del oeste: ¡Se busca a ese
hombre culpable!


Y Jesús en el
Evangelio de hoy nos dice que no está por las películas del oeste, ni
por esos dedos amenazadores, ni por esos supuestos castigos de Dios.
Hipócritas, ¿creéis que esos hombres muertos así son más pecadores que
vosotros? Y nos da una pista para buscar al verdadero culpable: la
higuera plantada en la viña de Dios, cuidada con cariño y esmero por el
viñador, y que no da fruto.


2. - Higuera sin frutos y manos vacías:


—Cuentas corrientes muy llenas y, tal vez, higuera sin frutos. Manos vacías.


—Puestos y cargos con gran poder decisivo y, tal vez, higuera sin frutos. Manos vacías.


—Chicos y chicas centro de fiestas en discotecas y, tal vez, higuera sin frutos. Manos vacías.


—Exactos cumplidores de misas, ayunos y reglas y, tal vez, higuera sin frutos y manos vacías.


Esto
es lo que el Señor no puede aguantar. Venir a la higuera mimada y
cuidada año tras año y no encontrar en ella fruto. No busquemos más al
hombre culpable. No pongamos precio a su cabeza. Mirémonos a nosotros
mismos y comencemos a dar fruto. ¿O basta la Fe? Fe sin obras, es Fe
muerta.


3. - El cristiano es
necesariamente una fotografía de Dios. Lo que el cristiano es, eso es
su Dios para el que no cree. Un cristiano estéril muestra al mundo a un
Dios estéril. La fecundidad de la higuera da idea de la bondad del
suelo.


Abraham en la primera
lectura le pide a Dios su documento de identidad. ¿Tú quién eres? Pues
la gente nos pide a nosotros el documento de identidad de nuestro Dios.
¿Quién es ese tu Dios? ¿Qué hace? ¿Qué ha hecho por nosotros?


Y
es un poco agobiante saber que por nuestros frutos le conocerán a Él.
Somos el rostro visible de Dios. Somos las manos visibles de su
Providencia. ¿Pueden estar inactivas esas manos de Dios? ¿Pueden estar
sus manos vacías?







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