El Pecado Social
El pecado social
Uno de los problemas que los seres
humanos encontramos al momento de tratar de expresar una idea es que nos
topamos con las limitaciones del lenguaje, en especial cuando la idea en
cuestión supone alguna novedad. En este
caso me gustaría tratar la idea que se ha dado por llamar “pecado social”,
expresada por el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica Reconciliatio et Paenitentia.
Para contextualizar, el
concepto de pecado social se acuñó para expresar al menos tres ideas. La primera es que todo pecado repercute en
cierta manera a los demás. La segunda
idea es que hay pecados que atentan directamente contra el bienestar del
prójimo. Estos también son pecados
sociales. Finalmente, son pecados
sociales aquellos que contribuyen a construir las llamadas “estructuras de
pecado” que condicionan la conducta de las personas.
Las tres ideas me parecen
sensatas y atinadas. Lo que me parece
completamente equivocado es el uso del término “pecado social” para designar
este conjunto de reflexiones. ¿Por qué?
Porque en última instancia el término confunde, al crear por oposición el
concepto de “pecado personal”, lo cual es absurdo. Todos los pecados son personales sin excepción. Las “estructuras de pecado” no son tales, ya
que el ser humano siempre puede escoger su forma de actuar. Hablar de modelos económicos o sociales que
condicionan a la persona es negar la capacidad del individuo de elegir una
postura evangélica (aun en las circunstancias más desfavorables).
Del mismo modo que no hay perdón social no hay redención social ni
estructuras de virtud. Hay redención
personal y hay personas que se comportan de manera virtuosa. Por ejemplo, el pueblo alemán que apoyó a
Hitler durante su ascenso al poder y su locura imperial no es un “pecador
social”. De ser así, ¿cómo expiarán sus
faltas? ¿Qué sucede entonces con los
alemanes como el jesuita Rupert Mayer, que públicamente denunció los excesos
del nazismo? Creo que ya es momento de
buscar una nueva forma de expresar estas ideas.