La alegría de Ignacio es contagiosa. Ayer que lo estaba viendo correr por el circuito me volvió a pegar fuerte la conciencia de lo mucho que lo amo. Ese niño energético, colérico, que grita ¡Calle! plañideramente cuando me ve, contiene muchas de mis alegrías, miedos y esperanzas.
Señor, yo sé que tú estás detrás de todas estas pequeñas epifanías que descubro a diario. Te agradezco tu bondad para conmigo y mi corazón desea corresponderte. Permíteme poder estar con la gente que me necesita, dame paciencia y buen oído para escuchar a los que están agobiados.
Jesús, a veces me siento abrumado por todo el trabajo que tengo por delante y por muchas preocupaciones. Mis debilidades muchas veces no me permitan detenerme a ver todas las cosas buenas que tengo. ¿Cómo le hacías tú, que vaya que te la tuviste qué pelar? Mándame algunos tips.